Un cerebro distinto en los asesinos
Por: César Jedmahí García Ríos
El homicidio es uno de los problemas sociales de mayor impacto en la economía y de manera incalculable en la vida emocional de los afectados. De acuerdo a la UNODC, en su “Estudio mundial sobre el homicidio” (2013): “El homicidio constituye uno de los indicadores más completos, comparables y precisos para medir la violencia”. Se calcula, que en el 2012, casi medio millón de personas en el mundo murieron a causa de un homicidio doloso, siendo de todos estos, una tercera parte en el continente americano.
Desde 1994, se reportó cambios en la corteza prefrontal en aquellos sujetos que habían cometido homicidio y, recientemente, un grupo de expertos de la Universidad de Nuevo México, Universidad de Wisconsin y de la Universidad de Chicago, estudiaron un grupo de reclusos adultos que habían cometido homicidio de forma dolosa y los que no lo habían hecho con esta intención.
Se incluyó un total de 808 individuos y fueron categorizados en tres grupos: Delincuentes de homicidio (n=203), delincuentes violentos que no han cometido homicidio (n=475) y delincuentes no violentos/mínimamente violentos(n=130). A todos los sujetos se les valoró lo siguiente: Psicopatía, uso severo de sustancias, inteligencia, desórdenes psiquiátricos, tiempo en prisión y otros como lesión cerebral traumática. De igual manera, se valoró la estructura cerebral mediante el uso de Resonancia Magnética.
Lo resultados de la resonancia magnética demostraron que los sujetos pertenecientes al grupo delincuentes de homicidio, mostraban importante déficit en la corteza ventromedial/ orbitofrontal, anterior temporal corteza, ventrolateral y dorsolateral corteza prefrontal, corteza prefrontal dorsomedial, ínsula, cerebelo, dorsal cingulado anterior, cingulado medio y cingulado posterior en comparación con todos los delincuentes que no cometieron un delito de homicidio. De igual manera, se mostraron resultados similares en comparación con aquellos sujetos del grupo de delincuentes violentos. Además, los resultados no se atribuyen a ningún otro factor evaluado.
Todas las anomalías encontradas en las respectivas áreas cerebrales, son zonas encargadas del procesamiento emocional, el control del comportamiento, la función ejecutiva y la cognición social. Estos patrones pueden ser indicios de una amplia gama de alteraciones en la estructura cerebral de un homicida que puede llevarlo a cometer tal acto.
Referencias:
- 1. Aberrant brain gray matter in murderers. Springer. [Online] 2019;13(52): 1–12. Available from: https://doi.org/10.1007/s11682-019-00155-y
- UNODC. Estudio mundial sobre el homicidio. 2013. Available from: https://www.unodc.org/documents/gsh/pdfs/GLOBAL_HOMICIDE_Report_ExSum_spanish.pdf
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